Uno de los efectos más impactantes de la reordenación de la agricultura en los países del Tercer Mundo, es sin duda la drástica disminución del volumen de mano de obra empleada en las unidades capitalistas y consecuentemente, el incremento de la proporción hombre-tierra en las parcelas campesinas. De este modo, la economía campesina se encontraría sobresaturada de población, al borde mismo de su colapso. No obstante, las predicciones sobre su necesaria y fatal proletarización, no se han cumplido sino en forma muy parcial o muy lenta, y lo que se observa es un proceso de readecuación frente a las actuates limitaciones impuestas por la sociedad capitalista a la cual se encuentra estructuralmente vinculada tanto en la esfera colectiva como en la de circulación.