La crisis económica de 2008 puso de manifiesto los problemas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM). Esto desencadenó en que las potencias emergentes revisaran críticamente el papel del dólar y el funcionamiento de la arquitectura financiera internacional, e incluso hicieron presión para aumentar su poder de voto e influir en la gobernanza de las instituciones financieras internacionales (IFI). Es así que, el grupo BRICS, al registrar un acelerado crecimiento económico, ha asumido un papel más representativo en las IFI al aumentar el poder de voto en el FMI y en el BM, lo que significa tener una participación que refleja su poder económico en el sistema financiero internacional.