Nos hallamos en presencia de un gran hecho característico del siglo XIX. Este antagonismo entre la industria moderna y la ciencia, por un lado, y la miseria y la decandencia, por otro; este antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de nuestra época es un hecho palpable, abrumador e incontrovertible. Los obreros son los hombres nuevos que contribuirán a la revolución social.