Sumario: | La modernidad presenta un quiebre entre lo sagrado y la vida cotidiana. El ámbito
de lo sacro pasa a ser discursivo; el hombre ya no encuentra un auténtico sentido
a su vida. Ante el creciente proceso de secularización, aparecen los intentos de
sustitución de Dios por la autoridad del pueblo, la ley, la nación, la raza, la clase,
la ciencia.
La ideología se convirtió en el sucedáneo más eficaz. Las más importantes del S. XX,
nacidas y desarrolladas en Europa pero de alcance mundial, fueron el comunismo
y las distintas formas de nacionalismo.
La Revolución Rusa presentó una ideología devenida en teología laica. En los años
veinte y treinta, surgieron partidos de masa antibolcheviques, sobre todo en Italia
y Alemania -fascismo y nacionalsocialismo-, basados también en postulados de
teología política. Todos ellos prometían el fin de la alienación y una sociedad
mejor y más justa.
La Iglesia católica no fue ajena al proceso de complejización de la sociedad urbana
tecnomaquinista y sus derivados secularizantes. Pronto debió competir con las
"nuevas religiones laicas", particularmente en términos de la educación de la
juventud. Pero mientras que con el comunismo ateo no existía ninguna posibilidad
de diálogo, con el fascismo y el nacionalsocialismo existió una relación ambigua y
tirante, basada en concertaciones y enfrentamientos por igual.
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