Sumario: | Las normativas legales sobre residuos de plaguicidas son cada vez más exigentes a nivel mundial.
Con frecuencia hay una reducción significativa en el Límite Máximo de Residuos (LMR) y en casos
severos la prohibición de su uso.
La estrategia de control fitosanitario debe tener en cuenta los niveles de residuos que quedan en la
fruta que llega al consumidor y la cinética de disipación que disminuye los riesgos toxicológicos y
comerciales.
El clorpirifos es un insecticida organofosforado, liposoluble, cuyo modo de acción es por contacto,
ingestión o inhalación. Es utilizado por la mayoría de los productores, para el control de diversas
plagas debido a que es económico y efectivo.
En cultivos de tomate es utilizado para controlar a Tuta absoluta la “polilla del tomate", debido a su
importancia en relación a los daños ocasionados en el cultivo (CITEF, 1977) y a Bemisia tabaci la
“mosca blanca", por su incidencia durante todo el año y su agresividad como plaga de los cultivos
hortícolas especialmente solanáceas, obliga a realizar una gran cantidad de pulverizaciones para
mantenerla por debajo de los umbrales de daño económico. Tiene una amplia distribución y un gran
impacto en los cinturones hortícolas de casi todo el país (SYNGENTA, 2011).
Dicho plaguicida es muy tóxico o moderadamente tóxico para aves y humanos, según las
formulaciones disponibles en el mercado, muy tóxico para abejas y extremadamente tóxico para
peces (CASAFE, 2011).
La legislación argentina establece un LMR de 0.5 mg/Kg. para fruto de tomate entero y un periodo
de carencia (plazo de seguridad entre última aplicación y cosecha del producto) de 21 días (SENASA,
2010).
La finalidad del trabajo es ofrecer al sector agrícola información sólida que le permita predecir la
concentración de clorpirifos desde el momento de la aplicación y así evitar excesos de residuos en
los frutos para consumo o comercialización.
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