Sumario: | El presupuesto teórico de este trabajo es que en el curso del proceso histórico de mediatización el periodismo se institucionaliza como un lugar de enunciación que puede asumir funciones de representación y mediación de diferentes colectivos sociales y puede intervenir sobre los imaginarios políticos bajo la hipótesis de que su horizonte de ecepción son los mismos "públicos" que los de las instituciones políticas.
Esto mismo puede suponerse del discurso político: toda vez que se despliega sobre las superficies mediáticas, el enunciador político "sabe" que sus públicos son, también, los destinatarios mediáticos. Se instala, pues, una suerte de competencia por los interpretantes de la discursividad pública.
Pero a diferencia del discurso político, el discurso periodístico dispone de un haz de variantes para ejercer esa representación y esa mediación, para hablar en nombre de otros colectivos sociales. No sólo puede hacerlo tomando a su cargo la operación, sino que puede articular voces de otros actores (especialistas, implicados directos, lectores) y puede hacer foco en la particularidad (los individuos y sus biografías) para encarnar formas de la generalidad, algo que el discurso político usualmente no puede hacer.
La pregunta, entonces, es cómo ejerce el periodismo esa representación, y de modo más amplio, mediante qué operaciones discursivas el periodismo gestiona diferentes expresiones de la generalidad social. La propuesta del trabajo es contestar sin pretensiones concluyentes ese interrogante a través de la comparación de artículo que algunos periódicos de alcance nacional (Clarín, La Nación y Página/12 y Crítica de la Arge
ntina) publicaron entre el 25 de Marzo y el 1° de Abril de 2008, en el marco del enfrentamiento entre el Gobierno Nacional y el sector agropecuario.
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