Sumario: | La figura del hijo pródigo conforma, junto con otras de origen mitológico,
la galería de símbolos axiales de la poesía neorromántica argentina
del '40. Constituye un recurso retórico e imaginario de primer orden en
el proceso de mitificación del sujeto, reconocible en la lírica de los poetas
neorrománticos. La imagen bíblica se desarrolla en las transposiciones
poéticas de un modo sistemático: reaparece en un número significativo de
casos, en escritores vinculados a través de cenáculos literarios y revistas,
en un lapso relativamente acotado de tiempo.
Por otra parte, la condición sistemática del símbolo se verifica cuando
su uso frecuente encuentra una motivación en la poética y en la visión
del mundo de un autor. Tal es el caso de Enrique Molina, para quien el
destino errante se asume como rasgo antropológico esencial. En su universo
imaginario, el hijo pródigo tiene un valor axial, ya que reaparece con
cierta frecuencia a partir de Pasiones terrestres (1946) como un medio para
representar, a través de alusiones expresas y transposiciones, la ruptura
del yo con el orden familiar y social heredados.
En el presente estudio se propone considerar los poemas en los cuales
Molina recrea la figura. La observación se concentra en el giro
hermenéutico operado por el poeta en la materia bíblica original, los eventuales
cauces de mediación que hacen posible este giro y su sentido en la
obra literaria de Molina.
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