Sumario: | Si la sustancia del hombre es el tiempo, la memoria es el testigo de la humanidad del hombre. No ejercerla, es una omisión similar a dejar de alimentarse. Sobornar a ese testigo, también es posible pero no es sino otra forma de suicidio. En un momento y un lugar la autoridad universitaria le puso uniforme al conocimiento. No fumar ni ingerir alimentos en horas de clase; vestir adecuadamente y mantener limpio el aspecto; no realizar bailes en los clubes (aunque sí escuchar música suave); no protagonizar juegos de azar, recordar la nacionalidad argentina de la Universidad Nacional de Cuyo, fueron los curiosos requisitos de acceso al saber científico, decretados por la máxima autoridad académica, concentrada en inventariar los libros que hacía desaparecer. Convertir al ciudadano en idiota, es un anhelo de todo autoritarismo. La lectura de estas páginas nos recuerda que esa triste utopía y sus nefastas consecuencias -minuciosamente registradas- tuvieron fortuna en nuestra tierra, en una época no lejana. Pero en ese espejo, simultáneamente, también vemos reflejadas las figuras y las formas que ya presagiaban su derrota. Este volumen de Roberto Vélez nos enseña que la memoria no sólo es testigo del hombre sino, principalmente, el instrumento que permite forjar sueños y modificar destinos. (Por Alejandro Poquet)
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