Sumario: | La década del noventa en el aspecto sociopolítico no representó para América
Latina sólo la implementación del modelo Neoliberal, con sus consecuencias
de despojos, pobrezas y profundización de las desigualdades preexistentes, y
la emergencia de profundas brechas políticas, económicas, sociales y
culturales que condujeron a una situación de fuertes asimetrías. Éstas se
hicieron visibles tanto en la fragmentación de los sectores populares como en
la concentración de poder político de las élites nacionales e internacionales, a
la vez que propiciaron el surgimiento de numerosos conflictos y protestas que
dieron lugar a la formación de los denominados movimientos sociales y
convergencias sociopolíticas a nivel local, nacional y regional. (SVAMPA, M.
2008)
Para esa época y tras largos años de dictadura, las jóvenes democracias se
vieron envueltas en las consignas neoliberales que, con la tutela y las recetas
mágicas del F.M.I. y el Consenso de Washington, dieron vuelta la cara a las
necesidades populares, respondiendo así a los requerimientos de las
transnacionales y el poder financiero. Pero fueron los pueblos, a través de los
movimientos sociales y las luchas que comenzaron a proliferar a través de
piquetes, marchas, huelgas, etc., los que tomaron la iniciativa de poner límites
a esa ola de despojos y deshumanización. Ellos asumieron sus diversas
identidades y salieron a las calles, se organizaron y llevaron a los gobiernos
representantes populares, más afín a sus requerimientos.
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