Sumario: | Los dibujos animados norteamericanos, sigilosamente, han ido ocupando un
lugar cada vez más relevante en la industria cultural. Tanto es así, que hoy se pueden
discriminar canales específicamente destinados a la animación y, a su vez, series de
animaciones producidas para diversos públicos: niños, adolescentes y adultos. Frente
a esta gran cantidad y diversidad de textos llama especialmente mi atención la
convivencia de contrapuestos sistemas de valor. Numerosas tiras de dibujos
animados, dirigidos especialmente a los niños, ayudan a conformar el gusto infantil
contemporáneo (en el sentido de Calabrese) que no responde a un único sistema
unificador de valores. Es decir, lo feo o lindo, lo malo o bueno, lo conforme o
informe, lo disfórico o eufórico no está dictaminado hoy por un solo discurso axiológico
imperante.
En este escrito pretendo describir, desde una perspectiva semiótica, las
particularidades que resultan de la coexistencia de morfologías, éticas y tímicas
distintas. Para ello, me detendré en un grupo de cartoons que se presentan como las
antípodas de los tradicionales y conocidos textos audiovisuales de Disney y de las
clásicas y exitosas series animadas de la Warner Bross o la Metro Goldywn Mayer.
Estas creaciones buscaron exhibir, desde su nacimiento, estabilidad en las formas,
armonía cromática y uniformidad de comportamientos. Contrariamente, los mundos
posibles que hoy también integran el universo de dibujos animados, evidencian lo que
Calabrese denomina el placer de lo impreciso, lo indefinido, lo vago y lo ambiguo. Estas
representaciones sincréticas exaltan notorias diferencias en sus homologaciones
axiológicas liberándose de las pretensiones de perfección, tanto de sus escenarios
como de sus actores figurativos: seres híbridos, animales aversivos, niños nefastos,
criaturas deformes y escenarios difusos son algunas de las características que
definen a los últimas producciones animadas para televisión.
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