Sumario: | Si el medioevo fue tiempo de desplazamientos locales, a espacios relativamente acotados, la Edad Moderna se inicia justamente con el descubrimiento de un desconocido por distante nuevo mundo. El hombre del siglo XVI fue un hombre en movimiento, en viaje constante: el afán por descubrir y la sed por acceder a riquezas asequibles lo trajeron a América, cruzando el océano en cáscaras de nuez, reconociéndose como aventureros y exploradores. Desde una perspectiva de género femenino, este estudio se centrará en la consideración de las consecuencias que les significó a las mujeres el viaje perpetuo de los varones con los que estaban relacionadas. En general, es posible advertir tres situaciones, una de mayor frecuencia que las otras: unas cuantas mujeres se aventuraron a abandonar España para trasladarse acompañando a sus esposos; otras, menos numerosas, lo hicieron solas, integrando pequeños grupos de féminas embarcadas. La mayoría, en cambio, permaneció en su tierra, sometida a un presente arduo, ya que ni casadas en la práctica, ni viudas, no tenían potestad para ser autónomas. En los archivos coloniales -siendo el más significativo por corpus incluido
y por accesibilidad digital el Archivo General de Indias, Sevilla, España- se guardan documentos de índole privada que ilustran las situaciones mencionadas más arriba. En esta investigación, cualitativa y basada en el análisis de discursos, me he centrado en una serie de cartas privadas, recopiladas por Enrique Otte y publicadas digitalmente en la Biblioteca Nacional digital de Chile que dan testimonio de las experiencias y representaciones del “paso a las Indias" por parte de mujeres casadas.
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