Sumario: | ¿Hablar de clases? ¿Volver, aún hoy, a las clases? En un libro que casi está por cumplir 40 años, Laclau y Mouffe realizaron una minuciosa deconstrucción de la noción marxista de clase social, en tanto entidad ontológica prescindente de cualquier tipo de mediación discursiva y de articulación hegemónica para su existencia como identidad, y ligaron la crítica de ese concepto a los usos políticos a los que había servido: a la invisibilización y subordinación de otras identidades sociales como vectores de la conflictividad política y puntapiés legítimos de la lucha por la emancipación, problemas que resumieron bajo el sintagma “práctica autoritaria de la hegemonía". Ella conllevaba la subordinación de todas las demás luchas políticas por la emancipación a los tiempos de la lucha obrera: primero la revolución social de los proletarios, luego podremos ocuparnos de nimiedades como las asimetrías de género, de raza, por orientación sexual, por sólo nombrar algunas, en línea con el desdén que semejante práctica de la hegemonía demostraba por aquello que caía fuera de la óptica de lo que concernía a la lucha obrera. Teniendo en cuenta el vínculo entre aquella teorización de la clase social y sus consecuencias para la práctica política, Laclau y Mouffe consideraron necesario rechazar toda prerrogativa de privilegio epistemológico y político asociado a la clase universal -el proletariado-, privilegios que radicaban en uno ontológico, ligado a una concepción del espacio social donde las clases se definían por sus posiciones estructurales en un espacio económico atravesado por unas leyes de movimiento histórico cuya lógica y despliegue el marxismo habría inteligido.
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