Sumario: | En su obra La larga agonía de la argentina peronista (1994) Tulio Halperin Donghi rastreaba como una de las fuentes de discordia más antiguas de la historia argentina a "la deslegitimación recíproca que practicaban las fuerzas que pugnaban por el poder político" (Altamirano, 2018, p. 342). La Mendoza de los años veinte no estuvo exenta de esta tensión que atravesó los discursos y prácticas políticas de las diferentes agrupaciones que interactuaron en el tablero político provincial. El objetivo de este trabajo apunta a indagar cómo se concibió a sí mismo el radicalismo lencinista y cómo fue percibido por sus adversarios políticos en un contexto signado por la ampliación democrática tras la sanción de la Ley Sáenz Peña.
Por un lado, los lencinistas se autorrepresentaron como la única fuerza orgánica, popular, democrática y genuinamente radical y negaron esos atributos a sus contrincantes: conservadores, socialistas y radicales disidentes. Así, se erigieron como los verdaderos representantes del pueblo. La figuración del pueblo que sostuvo el lencinismo parecía operar con un doble sentido: por un lado con un carácter inclusivo, amplio y de límites difusos y, por otro, con un tono clasista más cercano a la identificación con las clases populares. Además, forjaron una visión de la democracia que excedía los parámetros políticos para incluir la justicia social y la equidad económica. Por otro lado, el espectro opositor construyó una imagen del lencinismo asociada a la degradación política y al avasallamiento de las instituciones calificando a sus dirigentes como mediocres e incapaces.
Estas disputas político-identitarias se reconstruyeron a través de un minucioso trabajo de archivo centrado en el análisis de la prensa partidaria de la época y los diarios de sesiones de la legislatura que actuaron como cajas de resonancia de las problemáticas políticas locales.
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