Sumario: | La apreciable evolución de las Bellas Artes chilenas en el pasaje desde el siglo XVIII al XIX tiene su raison d’etre en dos factores: el primero fue el impulso dado a la sistematización de los estudios artísticos en la formación de los jóvenes artistas. A partir de 1796 con la fundación en Santiago de la Academia de San Luis gracias a los esfuerzos del ilustrado santiaguino Manuel de Salas empezaron a establecerse las necesarias formas de institucionalidad académica que reconocieron en el dibujo la disciplina fundamental en el proceso de aprendizaje artístico. A partir del siglo XIX el Instituto Nacional, la Academia de Pintura y otras instituciones se preocuparon de canalizar los estudios artísticos hacia una perspectiva vinculada más a las Bellas Artes que al ámbito de la industria y de la agricultura. La pintura chilena experimentó entonces un cambio de tendencias artísticas que la dirigirán hacia formas que en 1969 Antonio Romera definió felizmente de un “romanticismo tropical", y que en nuestra opinión tienen en el francés Monvoisin su mejor interprete. Esta consideración nos lleva directamente al segundo factor, eso es, la presencia en suelo chileno de artistas extranjeros, los “viajeros" que además de introducir cambios estilísticos innovadores en el panorama de la pintura chilena, agilizaron la circulación de tratados de arte, libros y estampas que desde Europa alimentó una verdadera reforma del discurso entorno a cuestiones estéticas y de gusto. En las siguientes páginas demostraremos como estas circunstancias dialogando entre sí gracias a un contexto social y sobre todo político que lo permitió, favorecieron un verdadero florecimiento de las Bellas Artes en Chile. Prueba de ello fueron las palabras pronunciadas en 1849 por el pintor italiano Alessandro Ciccarelli en ocasión del discurso inicial para la inauguración de la citada Academia de Pintura. Refiriéndose a su proyecto educativo para levantar las condición de las Bellas Artes chilenas, aplica el exquisito sistema que el teórico Winckelmann en
1764 había aplicado al estudio de la Historia del Arte de la Grecia del V siglo a. C. El prusiano vinculaba determinadas condiciones políticas, geográficas y climáticas con la creación de un contexto favorable al florecimiento de las Artes. En Santiago todas las circunstancias se estaban dando en aquella época, así que Ciccarelli puso al joven Páis el lisonjero apodo de “Atenas de Suramérica".
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