Sumario: | El recién nacido es todo ser humano vivo fruto de la concepción derivado de un embarazo de 21 semanas o más de gestación, que después de concluir su separación del cuerpo de la madre manifiesta movimientos respiratorios, latidos cardiacos o movimientos definidos de músculos voluntarios y se lo puede clasificar según edad gestacional o peso al nacer (Gómez y Danglot, 2012).
Después del nacimiento, el neonatólogo realizará la exploración general del niño que incluirá un análisis de la cabeza, boca, cara, investigará la presencia de hematomas, tumefacciones y/o equimosis en el cuero cabelludo y también evaluará el estado de las fontanelas (Barbería, 2001).
En la boca del recién nacido existen varias estructuras anatómicas únicas donde se presentan los más importantes reflejos y funciones, que realizados correctamente desarrollan actividades neuromusculares que estimulan el crecimiento óseo, proveyendo al maxilar y mandíbula el tamaño y la relación adecuada para alojar a los dientes (Licla, 2016).
El crecimiento y desarrollo del niño es muy organizado, depende de la genética, de las interacciones que se dan con los factores epigenéticos y el entorno donde crece esa coordinación observada en relación con los factores de desarrollo. El crecimiento craneofacial contribuye enormemente con la oclusión dentaria y fortalecimiento de los músculos faciales de forma armónica para una estética armoniosa (Proffit, 2014).
Las patologías bucales del recién nacido pueden provocar interferencia en la alimentación del niño. Por ello deben ser consideradas de inmediata intervención (Naha Pires Correa, 2010). El odontopediatra, el pediatra, el neonatólogo y cualquier especialista en el cuidado de la salud del neonato deben conocer y detectar tempranamente estas patologías para intervenir de manera interdisciplinaria en el abordaje.
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