Sumario: | Favorecida por el proyecto económico y político de la globalización, es posible observar cómo, desde las últimas décadas del pasado siglo, se ha ido agudizando una tendencia a la hibridación que, si bien podríamos considerar casi innata de la condición humana, ha trascendido en nuestros días la mera enunciación retórica hasta llegar a impregnar casi todos los estratos de la cultura.
En el campo de los estudios literarios este proceso de mixturación ha contribuido a generar una verdadera explosión de la llamada literatura de frontera, caracterizada no sólo por una mutación en las mentalidades de los sectores sociales y étnicos -desde los que se origina-, sino por profundos cambios en las mismas estructuras sociales, culturales y lingüísticas. Esta problemática pone en cuestión la homogeneidad y la esencialidad de la identidad cultural, pues es un fenómeno actual que nos remite, inevitablemente, a la complejidad de la identidad.
Precisamente, podríamos hablar de deslizamientos que se van produciendo en los diferentes planos de las manifestaciones artísticas, tendiendo éstos a amalgamarse, a fundirse uno con otros, en un cruzamiento de líneas de fuga, de rupturas, que atraviesan ese nuevo espacio, el Tercer Espacio, donde los diferentes discursos se van hibridando unos con otros, rompiendo la imagen de unidad, la imagen unitaria y tradicional. Unidad que no existió nunca y que no puede existir de ningún modo, porque es una imagen acotada que se esfuma en el caótico tejido de lo vivo, en la conformación y evolución de la raza humana.
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