Sumario: | Prueba de la asombrosa vitalidad del mito es que cada época, cada hombre,
puede hacer de él su propia lectura e interpretación; más aún, usarlo como
vehículo de expresión de sus propios anhelos e ideales, cuando no de sus
propios temores e inquietudes. Y tenemos, finalmente, la interpretación de los
poetas que -a la luz de sus propias intuiciones- recrean los viejos mitos,
reelaboran las figuras míticas, en un proceso de abstracción creciente que va
desde la simple transposición literaria o elaboración verbal de la persona
humana real y corpórea, hasta la elaboración de símbolos o emblemas. Como
ejemplo de este proceso de abstracción encontramos al poeta Luis Codorniú
Almazán, que convierte a Icaro en símbolo del artista, del hombre superior,
reelaborando por un lado la imagen del vate, del poeta modernista, y por otra,
la del genio, al modo del superhombre nietzscheano.En cuanto al proceso de
humanización del personaje, lo advertimos cabalmente en la novela de
Abelardo Arias, M inotauroam or (1966), que logra “hacer vivir " realmente a
ícaro, más allá del esquematismo del ser en cierto modo estereotipado o
arquetípico. En ambos textos, además, es posible advertir de qué modo se
construye la imagen del artista y, más aún, cuál es la idea de hombre que
subyace.
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