Sumario: | Si la asimilación del concepto y la práctica de la cooperación con el de “ayuda” ha sido inmediata y claramente explicable a raíz de las condiciones históricas del sistema internacional de posguerra, el divorcio entre cooperación y desarrollo, en cambio, ha sido igualmente nefasto pero más lento. Con la “ayuda” y la “asistencia técnica” como instrumentales predilectos, la “cooperación al desarrollo” se ha convertido en una serie de tecnologías de ingeniería social occidental, mutantes en las formas pero idénticas en esencia y naturaleza, impuestas y si acaso aprovechadas (mucho más que deseadas) por la aplastante mayoría de las poblaciones del “Sur Global”. Es así que, pese a su retórica, sin ignorarla en las estrategias y actuaciones más sustantivas, la cooperación internacional se ha quedado de forma absolutamente consciente y deliberada al margen de las grandes cuestiones que, como la producción, el comercio, las finanzas, la tecnología, el medio ambiente o el trabajo, influyen de manera crucial en lo que algunos llaman ahora “desarrollo internacional”, es decir, la incierta e imprevisible evolución de nuestro mundo hacia uno menos jerárquico, polarizado, violento y contaminado.
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