Sumario: | Uno de los componentes del sentido de identidad es, sin duda, el espacio físico. El concepto contemporáneo de nación debió tener algún tipo de correlato en las sociedades sedentarias del pasado, siendo la similitud conceptual creciente en forma directamente proporcional a la complejidad de su organización política. Asumiendo una correspondencia estructural entre el concepto de espacio y estrategias socio-culturales (Criado 1991), consideramos que una manera muy efectiva de afianzar espacios es asignándoles un valor sagrado e irremplazable para una determinada sociedad. Pocas cosas pueden ser más “propias” y más sagradas que los muertos de la misma familia o del mismo grupo, los que se convertirán en los ancestros; las tumbas constituyen por tanto “contenedores” de identidad social y su colocación en un espacio físico determinado afianza el sentido de pertenencia del grupo a tal espacio. Las observaciones realizadas por los autores durante la última etapa de investigación en el sitio Rumipamba (Quito), han provocado algunas reflexiones alrededor del uso del espacio desde una perspectiva diacrónica. El largo rango temporal con el que usualmente trabajan los arqueólogos, hace que la arqueología sea ideal para ofrecer una perspectiva cronológica en aspectos de identidad en el pasado (Díaz-Andreu y Lucy, 2005). La persistencia de la utilización de un espacio reducido como cementerio de niños a lo largo de dos momentos ocupacionales, de un lado, y la reutilización de un espacio doméstico como basural, de otro, invitan a preguntarse sobre las relaciones identidad-espacio para esta sociedad prehispánica.
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