La identidad nacional. Entre la patria y la nación: México, siglo XIX

El antiplano mexicano, centro político y simbólico del país, ha sido la región focal donde se tejieron los proyectos de constitución de la nación y de articulación de los más diversos territorios. No obstante, el análisis histórico demuestra que la representación del territorio nacional, o sea su ap...

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Detalles Bibliográficos
Autores principales: Héau, Catherine, Rajchenberg, Enrique
Formato: info:eu-repo/semantics/article
Lenguaje:Español
Publicado: Cultura y Representaciones Sociales 2008
Materias:
Acceso en línea:http://www.culturayrs.unam.mx/index.php/CRS/article/view/526
http://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/handle/CLACSO/88975
Descripción
Sumario:El antiplano mexicano, centro político y simbólico del país, ha sido la región focal donde se tejieron los proyectos de constitución de la nación y de articulación de los más diversos territorios. No obstante, el análisis histórico demuestra que la representación del territorio nacional, o sea su apropiación simbólica, adoleció de un mayúsculo déficit: las élites centrales nunca lograron integrar simbólica y sentimentalmente todo el espacio sobre el cual formalmente se ejercía la soberanía. En los hechos, tanto el amplio Septentrión como la superficie al sur del istmo de Tehuantepec quedaron al margen de la representación simbólica del verdadero "territorio patrio", que coincidía con el área central mesoamericana. Más aún, según la percepción de las élites liberales del siglo XIX, los territorios fronterizos del Septentrión mexicano eran desietos vacíos carentes de todo valor y sólo poblados por indios bárbaros. En contraste, la visión de los colonos anglo-americanos representaba esos mismos territorios  como una especie de "tierra prometida", susceptible de convertirse en "jardín" gracias al trabajo de los pioneros. Si se acepta que las representaciones sociales orientan y guían la acción, las representaciones contrastantes de los territorios septentrionales por las élites liberales mexicanas y los colonos anglo-sajones explican en parte un hecho aparentemente anómalo y enigmático del siglo XIX mexicano: la firma del Tratado McLane-Ocampo por Benito Juárez en 1859.