Sumario: | Habitualmente se suele situar a Marx y Engels como los teóricos más destacados para el análisis de los conflictos sociales. Sin embargo, aunque pueda resultar sorprendente para algunos y hasta controvertido para otros, el trabajo de Marx y Engels no se lo puede inscribir dentro de la línea de la “sociología del conflicto” en sentido estricto. Esto se debe fundamentalmente a que esta última, al menos tal como se conformó académicamente, registra al conflicto, si no como una anomalía —al estilo del funcionalismo primitivo—, al menos sí como una situación episódica, ajena a la “normalidad”. Justamente los impulsores de la sociología del “conflicto” han sido sociólogos funcionalistas, como Lewis Coser, John Rex y, de alguna manera, también Ralf Dahrendorf. El conflicto es conceptuado como una situación a priori negativa. Ellos van a argumentar en pos de los sentidos positivos que los conflictos —o algunos de ellos— encierran. Justamente el esfuerzo hermenéutico en mostrar tal positividad —las “funciones” del conflicto— supone un punto de partida negativo. Marx, en cambio, parte de una consideración por completo distinta de las confrontaciones, sean éstas abiertas o en estado latente (antagonismo). Lejos de suponer a esta situación anómala o episódica la considera una ley social que rige en las sociedades de clases, formaciones, todas ellas, que configuran la “prehistoria de la humanidad”. Si bien no fueron Marx ni Engels quienes postularon esta ley, sí tienen el mérito de haberla formulado en términos científicos, en todas sus implicancias y alcances.
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