Sumario: | En la sociedad actual habita un vacío de sentido sobre la vida humana que ha configurado un complejo relativismo moral en cuanto a concepciones, principios y prácticas reguladoras tanto de lo personal como de lo colectivo. De ahí la importancia suma de generar procesos comunitarios de reflexión educativa en torno a las posibilidades y límites del actuar humano en la vida presente. En otros términos, es necesario darle respuestas a las preguntas ¿para qué vivir? y ¿todo es válido? En general, el acto educativo —y especialmente en los tiempos que corren— se encuentra soportado, de manera más o menos velada, en una concepción sobre la verdad y el conocimiento. Así, sobre los asuntos transversales del qué enseñar, se afincan unas ciertas concepciones éticas y morales —expresadas en el lenguaje, las prácticas y las normas de la institución educativa— a las que el educador debe volver para darles el significado que las actuales generaciones precisan en aras de consolidar su sentido de vida. Sumado a lo anterior, habría que indagar qué escenarios, puestas en escena y didácticas serán los más adecuados para desarrollar virtudes. ¿Cómo enseñar la prudencia? ¿Cómo enseñar el amor? En medio de salones infinitos de egolatrías económicas, de prendas de vestir y de ilustraciones académicas bañadas en títulos… ¿cómo enseñar la humildad? En este marco, el presente texto recoge reflexiones, prácticas y discursos elaborados por maestros y maestras preocupados por proponer vías para construir las virtudes en la escuela.
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