Magisterios del Psicoanálisis
Siguiendo a Foucault (2006) en “La Hermenéutica del Sujeto”, se describen tres tipos de magisterios en la formación del sujeto en la antigüedad: del ejemplo, de la competencia, y de la turbación. Sin deslizar el psicoanálisis a una práctica del cuidado de sí, se sirve de estos tres tipos de relación...
Autor principal: | |
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Formato: | Artículo revisado por pares |
Lenguaje: | Español |
Publicado: |
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación - Universidad de la República
2010
|
Acceso en línea: | http://www.fermentario.fhuce.edu.uy/index.php/fermentario/article/view/51 http://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/handle/CLACSO/46260 |
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Remarking a particular place to‘the otherness’ in this practice. Keywords: self-care - education - psychoanalysis - neighbour Magisterios del Psicoanálisis Alba Fernández Psicoanalista Docente de la Facultad de Psicología - Área de Psicoanálisis - UdelaR e-mail: alba2009fernandez@gmail.com De los Estoicos Michel Foucault en su curso dictado en el Collège de France en los años 1981-82 se ocupó de la hermenéutica del sujeto. Se sirvió del estudio de las prácticas más relevantes llevadas adelante en la Antigüedad Clásica, aquellas que tenían por proposición sustancial el cuidado de sí, extrayendo de ellas formulaciones teóricas. Esta noción capital de epimeleia heautou no se trataba de un ejercicio de estar atentos a sí mismos, sino que comportaba un profundo trabajo sobre el sujeto, una serie importante de prácticas reguladas, procedimientos con fines precisos, a ser llevados adelante con un maestro, con un director espiritual. La epimeleia heautou no era un ejercicio puntual, sino que se constituía en una forma de existencia, implicaba una ética de la existencia. Trasunta este trabajo de Foucault la posibilidad de pensar, a partir de las diversas prácticas, las relaciones entre el sujeto y la verdad. En este sentido, señala Foucault (2006: 29) Por último, con esta noción de epimeleia heautou tenemos todo un corpus que define una manera de ser, una actitud, formas de reflexión, prácticas que hacen de ella una especie de fenómeno extremadamente importante, no sólo en la historia de las representaciones, no sólo en la historia de las ideas o las teorías, sino en la historia misma de la subjetividad o si lo prefieren, en la historia de las prácticas de la subjetividad. Foucault (2006: 131) establece en estas prácticas de la antigüedad tres formas de magisterio, formas de relación entre el maestro y el discípulo, necesarias para la formación de este último. Ellas son: el magisterio del ejemplo, el de la competencia y el de la turbación. Nuestro trabajo apuntará a servirnos de estas formas de relación al otro, para pensar nuestra práctica de transmisión y enseñanza del psicoanálisis en el marco universitario. De entrada, nos resulta necesario prevenir al lector de un deslizamiento demasiado apresurado: no entendemos que el psicoanálisis sea – ya sea en su práctica como en su enseñanza- una práctica del “cuidado de sí”[1]. Sobre los magisterios Foucault distingue en la práctica estoica tres formas de magisterio. Tres formas de relación al prójimo como indispensables para la formación del sujeto[2]. El primero es el magisterio del ejemplo. En éste estarían aquellos grandes hombres, los héroes, aquellos que por su trayectoria forman parte de la historia gloriosa de la polis. Es el caso de aquellos filósofos que fueron maestros, Sócrates sería su exponente más reconocido. En segundo lugar el magisterio de la competencia: la transmisión de conocimientos, principios, aptitudes y destrezas técnicas. En tercer lugar el magisterio de la turbación y descubrimiento: Propiamente el método Socrático del diálogo. (Foucault, 2006:131) Este ejercicio de servirnos de estas nominaciones lo entendemos como diversos elementos propios de un dispositivo, a los que nos permitiremos transformar para que puedan dar cuenta de los operadores que se ponen en juego en la tarea de enseñanza. ¿Cómo pensar el magisterio del ejemplo en nuestro campo? En principio recortando algo que Jacques Lacan dijo en su conferencia en Saint Louis (Bruselas) en el año 1960: “No soy nadie para evaluar el mérito de esas vidas que desde hace ya cuatro septenios escucho confesarse ante mí. Y uno de los fines del silencio que constituye la regla de mi escucha es justamente acallar el amor. No traicionaré pues sus secretos triviales e incomparables. Pero hay algo de lo cual quisiera dar testimonio. En ese lugar, deseo que acabe de consumirse mi vida.” Encontramos aquí dos tiempos de una misma experiencia, la práctica analítica y su transmisión. Lacan está haciendo referencia a su trabajo clínico, pero también podemos leer que fue enunciado allí, es decir que extensivamente el trabajo clínico promueve preguntas que implican otro tiempo de trabajo, de encuentro con otros. Lo que podemos pensar como comunidad de experiencia. Lacan hace referencia a algo que no es exclusivo de los que practicamos el psicoanálisis, se trata del deseo. ¿Podemos pensar que una práctica de enseñanza -en nuestros tiempos- puede ofrecer al otro, su condición deseante como ejemplo? ¿Pensamos que necesariamente como práctica que pueda afectar a otros, sólo puede hacerlo si esta condición deseante es motor de la misma?[3] Es decir, no se trata de una tarea más que realizamos sino que ella anuda nuestra existencia. Los antiguos filósofos permiten pensar que aquellas prácticas realizadas con los jóvenes, no sólo cumplían una función para estos últimos en la iniciación del cuidado de sí, sino que se trataba para el propio filósofo de una realización en ellos mismos de la epimeleia heautou. Por lo tanto no hay cuidado de sí sin el otro. Marcando las diferencias a las que aludíamos al comienzo, entendemos que tanto el psicoanálisis como su enseñanza no tienen como premisa sustancial el “cuidado de sí”, pero entendemos que hay en ambas prácticas algo que se juega en el enseñante, que permite pensar que las enseñanzas no son un gesto de generosidad, sino que cumplen una función esencial para quien las promueve. La referencia de Lacan en relación a “consumirse”, no sólo refiere a un lazo que pone en evidencia un compromiso vital, sino también la alusión a la dimensión de que esas enseñanzas que se ofrecen sean consumidas de manera tal, que queden en quien las escuchó, sólo sus efectos. ¿Podemos pensar al psicoanalista como alguien heroico, glorioso? Creemos que no es precisamente la posición a perseguir, ya que esta es comandada por los ideales, en cambio podemos pensar en lo que Lacan llamaba “reconocimiento del deseo”[4] en contraposición a “deseo de reconocimiento”. De aquí se desprenden dos posiciones subjetivas bien distintas, una conlleva una demanda de ser reconocido por el otro, y por tanto la alienación de quedar a expensas de dicho reconocimiento. Mientras que en la otra posición, el sujeto sencillamente desea, para esto no depende de nadie, y lo que es captado por el otro va más allá de su producción, lo que se reconoce allí es un sujeto causado por su deseo. ¿Cómo pensar el magisterio de la competencia? La falta de saber es la condición necesaria para la trasmisión, ella nos pondrá en movimiento en principio a nosotros y desde ella convocaremos a otros. El trabajo clínico en nuestro caso, por ser estrictamente singular y anudado al silencio, nos interroga constantemente, y ello se convierte en causa de un trabajo en extensión. La presencia de otros con los cuales compartir nuestras interrogantes, nuestras búsquedas es otro tiempo del mismo trabajo. Sin los otros ese trabajo no cumple su ciclo. Son las preguntas y aportes del otro que permiten sesgos de interrogación impensables en solitario. Voy a servirme de dos figuras que Foucault pone en juego en la Hermenéutica del Sujeto: El Maestro y el Discípulo, propias de la práctica estoica. Pensarlas como posiciones que pueden habitarse en el ámbito de enseñanza, tanto por el que está en el lugar del que enseña, como en el lugar del que aprende. También señala determinadas técnicas: escuchar, hablar, leer y escribir. Daremos cuenta de las dos primeras. Se nos ocurría jugar con estos elementos. Escuchar[5] como discípulo al maestro en uno. Entendemos en este sentido la operatoria de nuestro inconsciente, la transmisión no sólo comprende una posición yoica, sino que el inconsciente dará su presencia, algo hablará más allá de nuestro querer yoico. Escuchar como discípulo al maestro en el otro. Es decir dejar caer la idea de que el saber lo posee sólo quien se coloca allí como el que enseña. Pensar la función Maestro como aquello revelador, eso que nos toca, eso que nos conmueve, lo que nos enseñan los filósofos antiguos que promueve un trabajo sobre sí. Ahora, ¿cómo se purifica la escucha? Dicen también los estoicos, que mediante el silencio. Se escucha desde cierta experiencia y para ello el silencio es vital. Silencio en el decir y silencio de sí mismo. Este último implica la posibilidad de escuchar al prójimo, y no como muchas veces nos pasa que nos escuchamos en el otro. Nos invitan a pensar que nuestra competencia para escuchar, los incita a hablar. Si algo de eso escuchado en el discurso del otro se hace nuestro. Foucault señala (2006: 338): “El objeto y fin de la lectura filosófica no es llegar a conocer la obra de un autor; su función, ni siquiera es profundizar su doctrina. Mediante la lectura, se trata esencialmente –en todo caso, ése es su objetivo principal- de suscitar una meditación. (…) La meditación por tanto no es un juego del sujeto con su propio pensamiento, no es un juego del sujeto con el objeto o los objetos posibles de su pensamiento. Se trata de un juego efectuado por el pensamiento sobre el sujeto mismo.” En este mismo sentido entendemos que en nuestra tarea, no sólo se trata de la posibilidad de conocer las diversas formulaciones de los autores propuestos sino que el estudiante pueda encontrar las preguntas propias que el encuentro con esos saberes suscita. La singularidad de sus preguntas, el encuentro con su falta de saber y su modo peculiar de acompañar a estas con diversas formulaciones será lo que permita una producción comprometida. Por último, el Magisterio de la turbación y el descubrimiento ¿Cómo pensarlo? Generalmente proponemos en esos espacios de enseñanza, con preguntas que queremos compartir, habiendo leído, habiendo escrito y con ganas de decir, para alguien que esperamos tenga ganas de escuchar. Transmitimos aquello que nos turbó, que fue un descubrimiento. Entiendo que no hay transmisión posible en el campo del Psicoanálisis si la propia turbación no está en juego. Asimismo, la apuesta está en que algo del decir promueva una turbación en el otro. Algo que lo ponga en la búsqueda de sus interrogantes afectadas por la angustia. Entendemos asimismo que no hay transmisión posible sino viabilizada por la transferencia. En nota adjunta al acta de fundación de la Escuela Freudiana de París, Lacan señalaba: La enseñanza del psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto al otro sino por las vías de una transferencia de trabajo. (Lacan: 1977) Estableceremos al menos una diferencia entre las prácticas de la antigüedad y las propias del campo del psicoanálisis en su tarea de transmisión y enseñanza. Entendemos que en aquellas prácticas se intentaba que los sujetos encarnaran ciertos principios a priori determinados, que consistían tal como lo entendemos en el cambio de unos ideales de vida por otros. En este sentido hoy pensaríamos estas formas como de un trabajo sobre el yo, no así la puesta en juego de la singularidad deseante de cada uno. Consideramos que en este punto hay una diferencia sustancial, el valor que el psicoanálisis atribuye a la dimensión del prójimo como presencia de una alteridad radical. Prójimo no sólo es entendido como el otro, sino lo otro. Esto haría posible nuevas producciones, nuevos sesgos desde donde un tema puede leerse, escribirse. Dar entrada al extranjero Lacan hace una distinción entre dos formas de presentación del otro. El semejante es aquel en el que me reflejo, aquel especular, el que se nos parece. Mientras que del prójimo nos dice en su seminario “Del Otro al otro” dictado en los años 68-69: ¿Qué es pues ese prójimo que resuena en la fórmula de los textos evangélicos, Ama a tu prójimo como a ti mismo? ¿Dónde atraparlo? ¿Dónde hay, fuera de este centro de mí mismo que no puedo amar, algo que me sea más próximo? Lo que me es más íntimo es justamente lo que estoy forzado a no poder reconocer más que en el afuera (LACAN, 2008, p. 206) Por lo que nos indica que eso más íntimo de nosotros sólo es posible encontrarlo en el prójimo. Lacan utiliza el neologismo de “éxtimo”, jugando con lo exterior e íntimo al mismo tiempo. Prosigue Lacan distinguiendo: ¿Ese prójimo es lo que llamé el Gran otro, que me sirve para hacer funcionar la presencia de la articulación significante del inconsciente? Ciertamente no. El prójimo es la inminencia intolerable del goce. El Gran otro no es más que el terraplén limpio de él (LACAN, 2008, p. 207). La presencia del prójimo es intrusiva y sorpresiva, por lo que su llegada no cesa de afectar, convirtiéndose en una perturbación en la intimidad. Si somos consecuentes con Lacan, no podemos saber “a priori” si será beneficioso o no. Entendemos entonces que el psicoanálisis está abierto, a la espera de lo que puede presentarse como nuevo, de eso que perturba, habilitando a hacer algo con ello. Muchos autores han dado cuenta de esta figura, -Deleuze G., Pêcheux M, Derrida J, Foucault, M- cada uno de ellos haciendo referencia a algo que escapa, diríamos que se produce a pesar de nuestra voluntad. Es algo simplemente que ocurre, acontece. En este sentido Pierre Hadot ( 2006: 91) señalará de F. Nietzsche: El genio del corazón, tal como lo posee aquel gran oculto, el dios-tentador y caza-ratas nato de las consciencias, cuya voz sabe descender hasta el inframundo de toda alma, que no dice una palabra, que no lanza una mirada en la que no haya un propósito y un guiño de seducción […] el genio del corazón, que a todo lo que es ruidoso y se complace en sí mismo lo hace enmudecer y lo enseña a escuchar, que pule las almas rudas y les da a gustar un nuevo deseo –el de estar quietas como un espejo, para que el cielo profundo se refleje en ellas-, […] el genio del corazón, de cuyo contacto todo el mundo sale más rico, no agraciado y sorprendido, no beneficiado y oprimido como por un bien ajeno, sino más rico de sí mismo, más nuevo que antes, removido, oreado y sonsacado por un viento tibio, tal vez más inseguro, más delicado, más frágil, más quebradizo, pero lleno de esperanzas que aún no tienen nombre. En esta cita encontramos una clara referencia a lo que señalábamos, la presencia de lo extranjero quiebra con cualquier espejo, quiebra el narcisismo, de allí la dificultad de darle entrada, pero producirá sus efectos. Referencias Bibliográficas Allouch, J. – (2007) - El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual? Ediciones literales de la école lacanienne de psychanalyse - Argentina Foucault, M. - (1981-82) – La hermenéutica del sujeto – Fondo de cultura económica de Argentina (2006)- Buenos Aires Hadot, P. – (2006) - Elogio de Sócrates – Anexo- Revista Me cayó el veinte No. 14 (2006) – México. Lacan, J. - (1968) Seminario “Del Otro al otro” - Ed. Paidós 2008 – Buenos Aires _________ (1960) El triunfo de la religión – Discurso a los católicos – Ed. Paidós 2005 Buenos Aires _________ (1962-63) Seminario “La angustia” – Versión en CD – Lacan Textual _________ (1964) Escisión, excomunión, disolución – Escansión 1 – Ficha EFBA no.7/1977 – CD – Lacan textual. _________ (1968-69) Seminario “De un Otro al otro” – Ed. Paidós (2008) – Buenos Aires. __________ (1954-55) Seminario “El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica- Ed. Paidós (1988) – Buenos Aires Le Gaufey, G.- (2006) Un cuidado que me tiene sin cuidado – Revista Me cayó el veinte No 14 –México Pêcheux, M – (1988) – O discurso – Estrutura ou Acontecimiento- (1990) Campinas, SP [1] Remitimos al lector en este sentido a dos trabajos, -entre otros que existen- que dan cuenta de dos formas de pensar esta relación del psicoanálisis y el “cuidado de sí”, uno es el libro del psicoanalista Jean Allouch (2007) – El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual?, así como el trabajo de Guy Le Gaufey (2006) “De un cuidado que me tiene sin cuidado” [2] En este sentido también queremos distinguir que el sujeto al que hace referencia Foucault es en sentido amplio, y no el que el psicoanálisis lacaniano atribuye al sujeto del inconsciente como representado por un significante para otro significante (Lacan, 1968:18) [3] Lacan en el Seminario “La angustia” menciona: En resumen, yo diría que el hecho de que pueda plantearse la cuestión del deseo del enseñante a alguien es el signo, como diría el señor Perogrullo, de que la cuestión existe; es también el signo de que hay una enseñanza. Y al fin de cuentas esto nos introduce en la curiosa observación de que, allí donde la cuestión no se plantea, hay un profesor. El profesor existe cada vez que la respuesta a esa cuestión está, por así decir, escrita, escrita sobre su aspecto o en su comportamiento, en esa suerte de condicionamiento que podemos situar a nivel de aquello que en análisis llamamos lo preconsciente, es decir, de algo que podemos sacar, venga de donde venga, de las instituciones o incluso de lo que llamamos sus inclinaciones. (Lacan: 1962/63- Clase 13.3.63) [4] A partir del momento en que el deseo ya entró ahí, está capturado de cabo a rabo en la dialéctica de la alienación y ya no se expresa sino en el deseo de reconocimiento y en el reconocimiento del deseo, ¿cómo alcanzar lo que todavía no era?(Lacan, 1955: 324) [5] Nos parece bien interesante la puntuación que Foucault hace de Plutarco: “no se puede no escuchar lo que pasa a nuestro alrededor. Después de todo, uno puede negarse a mirar: cierra los ojos. Puede negarse a tocar algo. Puede negarse a gustar algo. Pero no puede no escuchar. (Foucault: 2006, 318) Se trata entonces, de un agujero que no se cierra nunca. |
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Without slipping psychoanalysis into a ‘care of the self’, he uses these three types of relationship to the other to reflect on today’s transmission and teaching of psychoanalysis. Remarking a particular place to‘the otherness’ in this practice. Keywords: self-care - education - psychoanalysis - neighbour Magisterios del Psicoanálisis Alba Fernández Psicoanalista Docente de la Facultad de Psicología - Área de Psicoanálisis - UdelaR e-mail: alba2009fernandez@gmail.com De los Estoicos Michel Foucault en su curso dictado en el Collège de France en los años 1981-82 se ocupó de la hermenéutica del sujeto. Se sirvió del estudio de las prácticas más relevantes llevadas adelante en la Antigüedad Clásica, aquellas que tenían por proposición sustancial el cuidado de sí, extrayendo de ellas formulaciones teóricas. Esta noción capital de epimeleia heautou no se trataba de un ejercicio de estar atentos a sí mismos, sino que comportaba un profundo trabajo sobre el sujeto, una serie importante de prácticas reguladas, procedimientos con fines precisos, a ser llevados adelante con un maestro, con un director espiritual. La epimeleia heautou no era un ejercicio puntual, sino que se constituía en una forma de existencia, implicaba una ética de la existencia. Trasunta este trabajo de Foucault la posibilidad de pensar, a partir de las diversas prácticas, las relaciones entre el sujeto y la verdad. En este sentido, señala Foucault (2006: 29) Por último, con esta noción de epimeleia heautou tenemos todo un corpus que define una manera de ser, una actitud, formas de reflexión, prácticas que hacen de ella una especie de fenómeno extremadamente importante, no sólo en la historia de las representaciones, no sólo en la historia de las ideas o las teorías, sino en la historia misma de la subjetividad o si lo prefieren, en la historia de las prácticas de la subjetividad. Foucault (2006: 131) establece en estas prácticas de la antigüedad tres formas de magisterio, formas de relación entre el maestro y el discípulo, necesarias para la formación de este último. Ellas son: el magisterio del ejemplo, el de la competencia y el de la turbación. Nuestro trabajo apuntará a servirnos de estas formas de relación al otro, para pensar nuestra práctica de transmisión y enseñanza del psicoanálisis en el marco universitario. De entrada, nos resulta necesario prevenir al lector de un deslizamiento demasiado apresurado: no entendemos que el psicoanálisis sea – ya sea en su práctica como en su enseñanza- una práctica del “cuidado de sí”[1]. Sobre los magisterios Foucault distingue en la práctica estoica tres formas de magisterio. Tres formas de relación al prójimo como indispensables para la formación del sujeto[2]. El primero es el magisterio del ejemplo. En éste estarían aquellos grandes hombres, los héroes, aquellos que por su trayectoria forman parte de la historia gloriosa de la polis. Es el caso de aquellos filósofos que fueron maestros, Sócrates sería su exponente más reconocido. En segundo lugar el magisterio de la competencia: la transmisión de conocimientos, principios, aptitudes y destrezas técnicas. En tercer lugar el magisterio de la turbación y descubrimiento: Propiamente el método Socrático del diálogo. (Foucault, 2006:131) Este ejercicio de servirnos de estas nominaciones lo entendemos como diversos elementos propios de un dispositivo, a los que nos permitiremos transformar para que puedan dar cuenta de los operadores que se ponen en juego en la tarea de enseñanza. ¿Cómo pensar el magisterio del ejemplo en nuestro campo? En principio recortando algo que Jacques Lacan dijo en su conferencia en Saint Louis (Bruselas) en el año 1960: “No soy nadie para evaluar el mérito de esas vidas que desde hace ya cuatro septenios escucho confesarse ante mí. Y uno de los fines del silencio que constituye la regla de mi escucha es justamente acallar el amor. No traicionaré pues sus secretos triviales e incomparables. Pero hay algo de lo cual quisiera dar testimonio. En ese lugar, deseo que acabe de consumirse mi vida.” Encontramos aquí dos tiempos de una misma experiencia, la práctica analítica y su transmisión. Lacan está haciendo referencia a su trabajo clínico, pero también podemos leer que fue enunciado allí, es decir que extensivamente el trabajo clínico promueve preguntas que implican otro tiempo de trabajo, de encuentro con otros. Lo que podemos pensar como comunidad de experiencia. Lacan hace referencia a algo que no es exclusivo de los que practicamos el psicoanálisis, se trata del deseo. ¿Podemos pensar que una práctica de enseñanza -en nuestros tiempos- puede ofrecer al otro, su condición deseante como ejemplo? ¿Pensamos que necesariamente como práctica que pueda afectar a otros, sólo puede hacerlo si esta condición deseante es motor de la misma?[3] Es decir, no se trata de una tarea más que realizamos sino que ella anuda nuestra existencia. Los antiguos filósofos permiten pensar que aquellas prácticas realizadas con los jóvenes, no sólo cumplían una función para estos últimos en la iniciación del cuidado de sí, sino que se trataba para el propio filósofo de una realización en ellos mismos de la epimeleia heautou. Por lo tanto no hay cuidado de sí sin el otro. Marcando las diferencias a las que aludíamos al comienzo, entendemos que tanto el psicoanálisis como su enseñanza no tienen como premisa sustancial el “cuidado de sí”, pero entendemos que hay en ambas prácticas algo que se juega en el enseñante, que permite pensar que las enseñanzas no son un gesto de generosidad, sino que cumplen una función esencial para quien las promueve. La referencia de Lacan en relación a “consumirse”, no sólo refiere a un lazo que pone en evidencia un compromiso vital, sino también la alusión a la dimensión de que esas enseñanzas que se ofrecen sean consumidas de manera tal, que queden en quien las escuchó, sólo sus efectos. ¿Podemos pensar al psicoanalista como alguien heroico, glorioso? Creemos que no es precisamente la posición a perseguir, ya que esta es comandada por los ideales, en cambio podemos pensar en lo que Lacan llamaba “reconocimiento del deseo”[4] en contraposición a “deseo de reconocimiento”. De aquí se desprenden dos posiciones subjetivas bien distintas, una conlleva una demanda de ser reconocido por el otro, y por tanto la alienación de quedar a expensas de dicho reconocimiento. Mientras que en la otra posición, el sujeto sencillamente desea, para esto no depende de nadie, y lo que es captado por el otro va más allá de su producción, lo que se reconoce allí es un sujeto causado por su deseo. ¿Cómo pensar el magisterio de la competencia? La falta de saber es la condición necesaria para la trasmisión, ella nos pondrá en movimiento en principio a nosotros y desde ella convocaremos a otros. El trabajo clínico en nuestro caso, por ser estrictamente singular y anudado al silencio, nos interroga constantemente, y ello se convierte en causa de un trabajo en extensión. La presencia de otros con los cuales compartir nuestras interrogantes, nuestras búsquedas es otro tiempo del mismo trabajo. Sin los otros ese trabajo no cumple su ciclo. Son las preguntas y aportes del otro que permiten sesgos de interrogación impensables en solitario. Voy a servirme de dos figuras que Foucault pone en juego en la Hermenéutica del Sujeto: El Maestro y el Discípulo, propias de la práctica estoica. Pensarlas como posiciones que pueden habitarse en el ámbito de enseñanza, tanto por el que está en el lugar del que enseña, como en el lugar del que aprende. También señala determinadas técnicas: escuchar, hablar, leer y escribir. Daremos cuenta de las dos primeras. Se nos ocurría jugar con estos elementos. Escuchar[5] como discípulo al maestro en uno. Entendemos en este sentido la operatoria de nuestro inconsciente, la transmisión no sólo comprende una posición yoica, sino que el inconsciente dará su presencia, algo hablará más allá de nuestro querer yoico. Escuchar como discípulo al maestro en el otro. Es decir dejar caer la idea de que el saber lo posee sólo quien se coloca allí como el que enseña. Pensar la función Maestro como aquello revelador, eso que nos toca, eso que nos conmueve, lo que nos enseñan los filósofos antiguos que promueve un trabajo sobre sí. Ahora, ¿cómo se purifica la escucha? Dicen también los estoicos, que mediante el silencio. Se escucha desde cierta experiencia y para ello el silencio es vital. Silencio en el decir y silencio de sí mismo. Este último implica la posibilidad de escuchar al prójimo, y no como muchas veces nos pasa que nos escuchamos en el otro. Nos invitan a pensar que nuestra competencia para escuchar, los incita a hablar. Si algo de eso escuchado en el discurso del otro se hace nuestro. Foucault señala (2006: 338): “El objeto y fin de la lectura filosófica no es llegar a conocer la obra de un autor; su función, ni siquiera es profundizar su doctrina. Mediante la lectura, se trata esencialmente –en todo caso, ése es su objetivo principal- de suscitar una meditación. (…) La meditación por tanto no es un juego del sujeto con su propio pensamiento, no es un juego del sujeto con el objeto o los objetos posibles de su pensamiento. Se trata de un juego efectuado por el pensamiento sobre el sujeto mismo.” En este mismo sentido entendemos que en nuestra tarea, no sólo se trata de la posibilidad de conocer las diversas formulaciones de los autores propuestos sino que el estudiante pueda encontrar las preguntas propias que el encuentro con esos saberes suscita. La singularidad de sus preguntas, el encuentro con su falta de saber y su modo peculiar de acompañar a estas con diversas formulaciones será lo que permita una producción comprometida. Por último, el Magisterio de la turbación y el descubrimiento ¿Cómo pensarlo? Generalmente proponemos en esos espacios de enseñanza, con preguntas que queremos compartir, habiendo leído, habiendo escrito y con ganas de decir, para alguien que esperamos tenga ganas de escuchar. Transmitimos aquello que nos turbó, que fue un descubrimiento. Entiendo que no hay transmisión posible en el campo del Psicoanálisis si la propia turbación no está en juego. Asimismo, la apuesta está en que algo del decir promueva una turbación en el otro. Algo que lo ponga en la búsqueda de sus interrogantes afectadas por la angustia. Entendemos asimismo que no hay transmisión posible sino viabilizada por la transferencia. En nota adjunta al acta de fundación de la Escuela Freudiana de París, Lacan señalaba: La enseñanza del psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto al otro sino por las vías de una transferencia de trabajo. (Lacan: 1977) Estableceremos al menos una diferencia entre las prácticas de la antigüedad y las propias del campo del psicoanálisis en su tarea de transmisión y enseñanza. Entendemos que en aquellas prácticas se intentaba que los sujetos encarnaran ciertos principios a priori determinados, que consistían tal como lo entendemos en el cambio de unos ideales de vida por otros. En este sentido hoy pensaríamos estas formas como de un trabajo sobre el yo, no así la puesta en juego de la singularidad deseante de cada uno. Consideramos que en este punto hay una diferencia sustancial, el valor que el psicoanálisis atribuye a la dimensión del prójimo como presencia de una alteridad radical. Prójimo no sólo es entendido como el otro, sino lo otro. Esto haría posible nuevas producciones, nuevos sesgos desde donde un tema puede leerse, escribirse. Dar entrada al extranjero Lacan hace una distinción entre dos formas de presentación del otro. El semejante es aquel en el que me reflejo, aquel especular, el que se nos parece. Mientras que del prójimo nos dice en su seminario “Del Otro al otro” dictado en los años 68-69: ¿Qué es pues ese prójimo que resuena en la fórmula de los textos evangélicos, Ama a tu prójimo como a ti mismo? ¿Dónde atraparlo? ¿Dónde hay, fuera de este centro de mí mismo que no puedo amar, algo que me sea más próximo? Lo que me es más íntimo es justamente lo que estoy forzado a no poder reconocer más que en el afuera (LACAN, 2008, p. 206) Por lo que nos indica que eso más íntimo de nosotros sólo es posible encontrarlo en el prójimo. Lacan utiliza el neologismo de “éxtimo”, jugando con lo exterior e íntimo al mismo tiempo. Prosigue Lacan distinguiendo: ¿Ese prójimo es lo que llamé el Gran otro, que me sirve para hacer funcionar la presencia de la articulación significante del inconsciente? Ciertamente no. El prójimo es la inminencia intolerable del goce. El Gran otro no es más que el terraplén limpio de él (LACAN, 2008, p. 207). La presencia del prójimo es intrusiva y sorpresiva, por lo que su llegada no cesa de afectar, convirtiéndose en una perturbación en la intimidad. Si somos consecuentes con Lacan, no podemos saber “a priori” si será beneficioso o no. Entendemos entonces que el psicoanálisis está abierto, a la espera de lo que puede presentarse como nuevo, de eso que perturba, habilitando a hacer algo con ello. Muchos autores han dado cuenta de esta figura, -Deleuze G., Pêcheux M, Derrida J, Foucault, M- cada uno de ellos haciendo referencia a algo que escapa, diríamos que se produce a pesar de nuestra voluntad. Es algo simplemente que ocurre, acontece. En este sentido Pierre Hadot ( 2006: 91) señalará de F. Nietzsche: El genio del corazón, tal como lo posee aquel gran oculto, el dios-tentador y caza-ratas nato de las consciencias, cuya voz sabe descender hasta el inframundo de toda alma, que no dice una palabra, que no lanza una mirada en la que no haya un propósito y un guiño de seducción […] el genio del corazón, que a todo lo que es ruidoso y se complace en sí mismo lo hace enmudecer y lo enseña a escuchar, que pule las almas rudas y les da a gustar un nuevo deseo –el de estar quietas como un espejo, para que el cielo profundo se refleje en ellas-, […] el genio del corazón, de cuyo contacto todo el mundo sale más rico, no agraciado y sorprendido, no beneficiado y oprimido como por un bien ajeno, sino más rico de sí mismo, más nuevo que antes, removido, oreado y sonsacado por un viento tibio, tal vez más inseguro, más delicado, más frágil, más quebradizo, pero lleno de esperanzas que aún no tienen nombre. En esta cita encontramos una clara referencia a lo que señalábamos, la presencia de lo extranjero quiebra con cualquier espejo, quiebra el narcisismo, de allí la dificultad de darle entrada, pero producirá sus efectos. Referencias Bibliográficas Allouch, J. – (2007) - El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual? Ediciones literales de la école lacanienne de psychanalyse - Argentina Foucault, M. - (1981-82) – La hermenéutica del sujeto – Fondo de cultura económica de Argentina (2006)- Buenos Aires Hadot, P. – (2006) - Elogio de Sócrates – Anexo- Revista Me cayó el veinte No. 14 (2006) – México. Lacan, J. - (1968) Seminario “Del Otro al otro” - Ed. Paidós 2008 – Buenos Aires _________ (1960) El triunfo de la religión – Discurso a los católicos – Ed. Paidós 2005 Buenos Aires _________ (1962-63) Seminario “La angustia” – Versión en CD – Lacan Textual _________ (1964) Escisión, excomunión, disolución – Escansión 1 – Ficha EFBA no.7/1977 – CD – Lacan textual. _________ (1968-69) Seminario “De un Otro al otro” – Ed. Paidós (2008) – Buenos Aires. __________ (1954-55) Seminario “El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica- Ed. Paidós (1988) – Buenos Aires Le Gaufey, G.- (2006) Un cuidado que me tiene sin cuidado – Revista Me cayó el veinte No 14 –México Pêcheux, M – (1988) – O discurso – Estrutura ou Acontecimiento- (1990) Campinas, SP [1] Remitimos al lector en este sentido a dos trabajos, -entre otros que existen- que dan cuenta de dos formas de pensar esta relación del psicoanálisis y el “cuidado de sí”, uno es el libro del psicoanalista Jean Allouch (2007) – El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual?, así como el trabajo de Guy Le Gaufey (2006) “De un cuidado que me tiene sin cuidado” [2] En este sentido también queremos distinguir que el sujeto al que hace referencia Foucault es en sentido amplio, y no el que el psicoanálisis lacaniano atribuye al sujeto del inconsciente como representado por un significante para otro significante (Lacan, 1968:18) [3] Lacan en el Seminario “La angustia” menciona: En resumen, yo diría que el hecho de que pueda plantearse la cuestión del deseo del enseñante a alguien es el signo, como diría el señor Perogrullo, de que la cuestión existe; es también el signo de que hay una enseñanza. Y al fin de cuentas esto nos introduce en la curiosa observación de que, allí donde la cuestión no se plantea, hay un profesor. El profesor existe cada vez que la respuesta a esa cuestión está, por así decir, escrita, escrita sobre su aspecto o en su comportamiento, en esa suerte de condicionamiento que podemos situar a nivel de aquello que en análisis llamamos lo preconsciente, es decir, de algo que podemos sacar, venga de donde venga, de las instituciones o incluso de lo que llamamos sus inclinaciones. (Lacan: 1962/63- Clase 13.3.63) [4] A partir del momento en que el deseo ya entró ahí, está capturado de cabo a rabo en la dialéctica de la alienación y ya no se expresa sino en el deseo de reconocimiento y en el reconocimiento del deseo, ¿cómo alcanzar lo que todavía no era?(Lacan, 1955: 324) [5] Nos parece bien interesante la puntuación que Foucault hace de Plutarco: “no se puede no escuchar lo que pasa a nuestro alrededor. Después de todo, uno puede negarse a mirar: cierra los ojos. Puede negarse a tocar algo. Puede negarse a gustar algo. Pero no puede no escuchar. (Foucault: 2006, 318) Se trata entonces, de un agujero que no se cierra nunca. 2010-03-26 2022-03-17T17:24:29Z 2022-03-17T17:24:29Z Artículo revisado por pares http://www.fermentario.fhuce.edu.uy/index.php/fermentario/article/view/51 http://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/handle/CLACSO/46260 es Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación - Universidad de la República Revista Fermentario; No 4 (2010): Hacia una pedagogía del género humano |
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